Y Dijo: Si Oyeres Atentamente La Voz De Jehová Tu Dios, E Hicieres Lo Recto Delante De Sus Ojos, Y Dieres Oído A Sus Mandamientos, Y Guardares Todos Sus Estatutos, Ninguna Enfermedad De Las Que Envié A Los Egipcios Te Enviaré A Ti; Porque Yo Soy Jehová Tu Sanador. Éxodo 15:26
Si oyeres atentamente. Aquí se registra una promesa maravillosa. Si de allí en adelante el pueblo de Dios obedecía estrictamente todos sus mandamientos, entonces él lo sanaría como había sanado el agua, y lo libraría tanto de males físicos como morales.
Por consiguiente, el bienestar físico de Israel dependía de su
obediencia. Este gran principio fue cierto no sólo en el tiempo de los
hebreos sino a través de todos los siglos.
El bienestar físico de la raza
humana todavía depende en gran medida de su obediencia a la ley divina. Los que
desobedecen las leyes que rigen el sano vivir, sólo pueden culparse a sí mismos
por las consecuencias. Por otro lado, los que viven de acuerdo con las
instrucciones impartidas por el cielo en cuanto a la salud, estarán notablemente
libres de enfermedades. Dios se interesa no sólo en el estado espiritual del
hombre sino también en su estado físico (3 Juan 2).
Ninguna enfermedad. Algunas de estas enfermedades se
enumeran en Deut. 28:27, y también se hace referencia a ellas en Deut. 7:15. Se
sabe que ciertas enfermedades siempre han prevalecido entre los egipcios con
mucha gravedad, especialmente enfermedades de la piel y de los ojos. Durante su
larga permanencia en Egipto, los hebreos estuvieron bien familiarizados con las
enfermedades de ese país.
Jehová tu sanador. Los médicos egipcios eran famosos
en todo el antiguo Cercano Oriente, pero documentos existentes muestran que no
consideraban como suyo el poder de curar sino de sus dioses.
En sus manuales de
medicina, algunos de los cuales tienen ahora 4.000 años de edad,
las enfermedades se dividen en tres clases: (1) las que pueden ser tratadas;
(2) las que pueden ser impedidas; (3) las que no pueden ser curadas.
Aunque la ciencia médica ha
avanzado muchísimo desde los días de Moisés, se mantiene todavía esta clasificación.
El cirujano puede hacer una incisión, sacar un órgano y coser la herida, pero
no puede curarlo.
El médico puede administrar
ciertas drogas, que sabe que tienen determinados efectos sobre ciertos males, pero
allí termina su habilidad. El verdadero proceso de curación es realizado por un
poder sobre el cual no tiene control la ciencia humana. Es todavía verdadero en
el siglo XX, como lo fue en el tiempo de Moisés, el hecho de que sólo Dios imparte sanidad. Él es el
Médico supremo. (1CBA).
No hay comentarios:
Publicar un comentario