Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1 Corintios 6:20.
Nuestro
cuerpo pertenece a Dios. Él pagó el precio de la redención
por el cuerpo como también por el alma...
El Creador vigila
la maquinaria humana, manteniéndola en movimiento. Si no fuera por su cuidado
constante, cesarían nuestras pulsaciones, la acción del corazón se
detendría y el cerebro no desempeñaría su labor por más tiempo.
El
cerebro es el órgano e instrumento de la
mente, y controla todo el cuerpo. Para que las otras partes del organismo estén saludables, el cerebro debe tener salud. Y para que el
cerebro tenga salud, la sangre debe estar pura. Si
por medio de hábitos correctos de comer y beber la sangre se mantiene pura,
el cerebro se nutrirá en forma adecuada.
Es la falta de una acción armoniosa
en el organismo humano lo que ocasiona la enfermedad.
La Imaginación puede
controlar las otras partes del cuerpo para
su propio mal. Todas las partes del organismo deben funcionar armoniosamente.
Las diferentes partes del cuerpo, especialmente las alejadas del corazón, deben
recibir una libre circulación de la
sangre. Las extremidades realizan una actividad importante, y deben recibir una atención esmerada.
Dios es el
gran Cuidador de la maquinaria humana. En el cuidado de nuestro cuerpo debemos cooperar con él. El amor por Dios es esencial para la vida y la salud... Para tener una salud perfecta, nuestro corazón debe rebosar de amor, esperanza y gozo...
Los
que aplican toda su alma a la obra
médicomisionera, que trabajan incansablemente en
peligros, en privaciones, en vigilias, en cansancio y en dolores, corren el riesgo de
olvidar que deben ser guardianes fieles de sus propias facultades mentales
y físicas. No deben permitirse
recargo de trabajo.
Pero están llenos de celo y
dedicación y algunas veces actúan imprudentemente, colocando sobre sus hombros una carga muy pesada. A menos que tales obreros hagan un cambio, el resultado será la enfermedad y el quebranto...
Tenemos un llamamiento tanto más elevado que
los egoístas intereses comunes, cuanto los cielos son más altos que la tierra.
Pero este pensamiento no debe inducir a los siervos de Dios, dispuestos y trabajadores, a llevar todas las cargas que puedan colocar sobre ellos mismos sin tomar períodos de reposo.
El
ministerio médico 387-389. [312]
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