Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la... suya;
ésta te herirá
en la cabeza, y tú le herirás
en el calcañar. Génesis
3:15.
Adán y su compañera vieron los primeros signos de decadencia en las flores mustias y la caída de las hojas. Fue presentada con nitidez ante su mente la dura realidad de que todo lo viviente debía morir. Hasta el aire, del cual dependía la vida, llevaba los gérmenes de la muerte.
También se les recordaba de
continuo la pérdida de su dominio. Adán había
sido el rey de los seres inferiores, y mientras permaneció fiel a Dios,
toda la naturaleza reconoció su gobierno, pero cuando pecó, perdió su derecho al
dominio.
El espíritu de rebelión, al cual él mismo había dado entrada, se extendió a toda la creación animal. De ese modo, no sólo la vida de los humanos, sino también la naturaleza de las bestias, los árboles del bosque, el pasto del campo, hasta el aire que respiraban, hablaban de la triste lección del conocimiento del mal.
Sin embargo,
los mortales no fueron abandonados a los resultados del mal que habían escogido.
En la sentencia pronunciada contra Satanás se insinuó la redención. “Y pondré enemistad
entre ti y la mujer”, dijo Dios, “y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú
le herirás en el calcañar”. Génesis 3:15.
Esta sentencia, pronunciada
a oídos de nuestros primeros padres, fue para ellos una
promesa. Antes
que oyesen hablar de los espinos y cardos, del trabajo rudo y del dolor que les habían
de tocar en suerte, o del polvo al cual debían
volver, oyeron palabras
que no podían dejar de infundirles esperanza.
Todo lo
que se había perdido al ceder a las insinuaciones de Satanás, se podía recuperar
por medio de Cristo. La naturaleza nos repite también esta indicación. Aunque está manchada por el pecado, no sólo habla
de la creación sino también
de la redención.
Aunque por los signos evidentes de decadencia la tierra da
testimonio de la maldición que pesa sobre ella, aún es hermosa y rica en señales del poder vivificador. Los árboles se despojan de sus hojas sólo para vestirse de nuevo verdor;
las flores mueren,
para brotar con nueva
belleza; y en cada manifestación del poder creador se afirma la seguridad
de que podemos ser creados de nuevo en “justicia y santidad de verdad”. Efesios 4:24.
De ese modo, los mismos objetos y las funciones de la naturaleza, que tan
vívidamente nos recuerdan nuestra gran pérdida, llegan a ser para nosotros mensajeros de esperanza.
Por doquiera llegue la maldad, se oye la
voz de nuestro Padre que muestra a sus hijos, por sus resultados, la naturaleza del pecado, les aconseja que abandonen
el mal y los invita
a recibir el bien. La Educación, 26, 27.
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AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=j3XeIUko2gc&list=PLVsLdOIe7sVtDwTpvTt4enDOjQ-HVs6-_&index=3&pp=sAQB
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