Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores... sino que en la ley de Jehová
está su delicia,
y en su ley medita
de día y de noche.
Salmo 1:1,2.
Es esencial que cada
súbdito del reino de Dios sea obediente a la ley de Jehová, para que su gloria infinita pueda tener un establecimiento
perfecto.
Los profesos seguidores de Cristo son probados en esta vida para ver si serán o no obedientes a Dios. La obediencia dará como resultado la felicidad, y asegurará la recompensa de la vida eterna.
El fracaso por parte de Adán en un punto resultó en consecuencias terribles, y el pecado se ha desarrollado hasta proporciones tan vastas, que no se puede medir. Pero en medio de la rebelión y apostasía, en medio de los que fueron desleales, impenitentes y obstinados, Dios mira hacia abajo, sobre los que le aman y guardan sus mandamientos, y dice: “Yo amo a los que me aman”, y haré que tengan su heredad. Proverbios 8:17,21.
“Yo tomaré venganza de mis enemigos,
y daré la retribución a los que me aborrecen”. Deuteronomio 32:41.
Cristo vivió de acuerdo con los principios del gobierno moral de Dios, y cumplió las especificaciones de la ley de Dios. Representó los beneficios de la ley en su vida humana.
El hecho
de que la ley es santa, justa y buena debe ser puesto de manifiesto delante de todas las naciones, las lenguas
y los pueblos, delante de los mundos no
caídos, los ángeles, los serafines y los querubines.
Los principios de la ley de Dios se manifiestan
en el carácter de Jesucristo, y los que cooperan con Cristo, llegando a participar de la naturaleza
divina, desarrollan el carácter divino y se convierten en una ilustración de la ley divina. Cristo en el corazón
conducirá al ser entero, espíritu, alma y cuerpo,
a que esté cautivo a la obediencia de justicia. Los verdaderos seguidores de Cristo estarán en conformidad con la mente, la voluntad
y el carácter de Dios,
y los principios trascendentales de la ley se demostrarán en la humanidad...
Satanás ha declarado que Dios no sabía nada de abnegación, misericordia y amor, sino que era severo, exigente e implacable. Satanás nunca probó el amor perdonador de Dios porque nunca ejerció un genuino arrepentimiento.
Sus representaciones de Dios eran incorrectas; fue un falso testigo, un
acusador de Cristo, y un acusador
de todos los que se sacuden el yugo satánico y vuelven a rendir una lealtad de corazón al Dios del cielo.
—The Review
and Herald, 9 de marzo de
1897. [58]
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=9kmDGdJWhPA&list=PLVsLdOIe7sVtDwTpvTt4enDOjQ-HVs6-_&index=20&pp=sAQB
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