Y Samuel dijo: ¿Se
complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar
atención que la grosura de los carneros.
1 Samuel 15:22.
La palabra del Señor debe obedecerse sin discusión; debe ser la autoridad suprema en nuestra vida. Saúl se apartó del mandamiento expreso del Señor, y trató de acallar los remordimientos de la conciencia convenciéndose a sí mismo de que el Señor aceptaría su sacrificio y pasaría por alto su desobediencia.
Cuando
el profeta Samuel vino para encontrarlo, Saúl actuó
como si se considerara un hombre recto,
y exclamó: “Bendito
seas tú de Jehová; yo he cumplido
la palabra de Jehová”. 1 Samuel 15:13.
Pero las muestras inconfundibles de su desobediencia eran tan palpables, que su afirmación de obediencia tenía poco peso.
“Samuel
entonces dijo: ¿Pues qué balido
de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con mis oídos? Y Saúl respondió: De Amalec los han traído; porque el pueblo perdonó lo mejor
de las ovejas y de las vacas para
sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás lo destruimos”. 1 Samuel
15:14,15.
“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.
Porque como pecado de adivinación es la rebelión,
y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la
palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”.
1 Samuel 15:22,
23...
La palabra de Dios debe ser de autoridad suprema. Dice el Señor: “No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios”. Salmo 89:34.
Dios no podría cambiar un ápice de su ley sin dejar de ser supremo. La gente no
puede torcer la ley de Dios para
adaptarla a sus ideas, y, fallando en comprometerse en estar en armonía
con ella, traspasan sus mandamientos y violan sus preceptos.
Demasiado tarde va a aprender el mundo que no puede juzgar la palabra de Dios, sino que la palabra de Dios lo juzgará. ¡Ojalá que cada uno considere cuán necio y malvado es contender con Dios! ¡Ojalá que dejen de oponer su voluntad contra la voluntad del Infinito!
Además, los que se oponen a Dios aprenderán que, al hacerlo así, han abandonado la única senda que conduce a la santidad, la felicidad y el cielo. —The Signs of the Times, 9 de enero de 1896. [42]
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