¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo. Isaías 27:5.
Hay
muchos que yerran, y que sienten su
vergüenza e insensatez. Miran
sus faltas y errores hasta ser arrastrados casi a la
desesperación. No debemos
descuidar a esas almas. Cuando uno tiene que nadar contra
la corriente, toda la fuerza de
ésta lo rechaza.
Extiéndasele una
mano auxiliadora como se extendió la mano del Hermano Mayor hacia Pedro cuando
se hundía. Diríjansele palabras llenas de esperanza,
palabras que establezcan la confianza y
despierten en ellos el amor.
Tu hermano, enfermo de espíritu, te necesita, como
tú mismo necesitaste el amor de un hermano... El
conocimiento de nuestra propia debilidad debe ayudarnos a
auxiliar a otros en su amarga
necesidad. Nunca
debemos pasar por alto a un alma que sufre
sin tratar de impartirle el consuelo con que nosotros somos consolados
de Dios.
Es la
comunión con Cristo, el contacto personal con un Salvador vivo, lo que habilita a la mente, el
corazón y el alma para triunfar sobre
la naturaleza inferior... [El errante]
necesita asir una mano cálida, confiar en un
corazón lleno de ternura.
Mantengan su
mente fija en el pensamiento de una
presencia divina que está siempre a su lado, que siempre lo mira con
amor compasivo...
Cuando
se dedican a esta obra, tienen compañeros invisibles a los ojos humanos. Los ángeles del
cielo estaban al lado del samaritano que atendió al extranjero herido. Y están al lado de
todos los que prestan servicio a Dios, ministrando a sus semejantes. Y tienen la
cooperación de Cristo mismo. Él es el Restaurador, y mientras trabajen bajo su
dirección verán grandes resultados.
De
nuestra fidelidad en esta obra no sólo depende el
bienestar de otros, sino nuestro propio destino eterno. Cristo está tratando de elevar a todos los que quieran ser elevados a un compañerismo consigo, para que podamos ser uno con él, como él es uno
con el Padre.
Nos permite llegar
a relacionarnos con el sufrimiento y la calamidad con el fin de sacarnos de
nuestro egoísmo; trata de desarrollar en
nosotros los atributos de su
carácter: la compasión, la ternura y el amor. Aceptando esta obra de ministración, nos
colocamos en su escuela, con el fin de ser hechos idóneos para las cortes de
Dios. Palabras
de Vida del Gran Maestro, 319-321. [342]
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