Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación. Lucas 16:15.
La honestidad es esencial. En todos los detalles de la vida deben mantenerse los
más estrictos principios de honestidad.
Éstos no son los principios que gobiernan nuestro mundo, porque
Satanás, engañador, mentiroso y opresor, es el amo, y sus súbditos lo siguen y llevan a
cabo sus propósitos. Pero los cristianos sirven bajo un Amo diferente, y
sus acciones deben ser llevadas a cabo en Dios, sin tomar en cuenta la ganancia egoísta.
La desviación de la perfecta limpieza en las
transacciones comerciales puede ser poca cosa según algunos, pero nuestro Salvador no lo consideró así. Sus
palabras en relación con esto son claras y
explícitas:
“El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel”. Lucas 16:10.
Si alguien se
aprovecha de su vecino en cosas de poca monta, se aprovechará en mayor medida cuando se
le presente la tentación. Un falso testimonio en un asunto de poca importancia es tan
deshonesto a la vista de Dios como una falsedad en algo mucho más importante. En el mundo cristiano actual se
práctica el fraude en una medida alarmante.
La gente que guarda los mandamientos
de Dios debería demostrar que está por encima de esas cosas. Las prácticas deshonestas, que malogran los tratos de
los hombres y las mujeres con sus semejantes, nunca deberían ser llevadas a
cabo por alguien que profesa creer la verdad presente.
El pueblo de Dios le causa un gran daño a la
verdad cuando se aparta en lo más mínimo de la integridad.
Puede ser que la apariencia de alguien no sea muy agradable; puede que sea
deficiente en muchos sentidos, pero si tiene la reputación de ser recto y
honesto, se lo respetará. La estricta
integridad cubre muchos rasgos objetables de carácter. Las personas que se
aferren insistentemente a la verdad, ganarán la confianza de todos.
No sólo
confiarán en ellos sus hermanos en la fe; los incrédulos
también se verán obligados a reconocerlas como personas de honor. Carta 3, 1878.
La integridad
sin dobleces es semejante al oro puro. Los siervos de Dios están más o menos obligados
a participar de las transacciones comerciales del mundo, pero deberían comprar y vender sabiendo que el ojo de Dios está sobre ellos. No se deben usar ni balanzas falsas ni pesas
engañosas, porque son abominación para el Señor.
En cada transacción comercial el cristiano debe ser exactamente lo que él quiere que sus hermanos crean que es. Su conducta tiene la dirección que le imprimen los principios fundamentales. No traza planes engañosos; por lo tanto, no tiene nada que ocultar, nada que disimular.
(Mente, Carácter y Personalidad Tomo 2. Paginas 452,
453). [179]
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