Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Juan 9:4.
Cristo les ha dado a todos los seres humanos su obra, y debemos reconocer la sabiduría
de su plan para nosotros mediante una cordial cooperación con él. La verdadera
felicidad sólo se encuentra
en una vida de servicio. El que vive una vida inútil y egoísta, es desgraciado. Está insatisfecho consigo mismo y con todos los demás.
Obreros fieles,
consagrados, usarán
gustosamente sus dones
más elevados en el servicio
más humilde. Se dan cuenta de que el verdadero servicio
significa ver y ejecutar los deberes que el Señor señala.
Hay muchos que no están satisfechos con la obra que el Señor les ha dado. No están satisfechos con servirlo alegremente en el lugar que les ha señalado, y realizar sin quejarse la obra que ha puesto en sus manos.
Es correcto que no estemos conformes con la forma en que cumplimos nuestros deberes, pero no debiéramos estar insatisfechos con el deber mismo sencillamente porque nos gustaría más bien hacer alguna otra cosa. En su providencia Dios pone ante los seres humanos un servicio que es como una medicina para su mente enferma.
De esa forma trata de dirigirlos para que pongan a un lado las preferencias egoístas, las cuales, si se albergan, los descalificarían para la obra que tiene para ellos. Si aceptan y realizan este servicio, su mente será sanada.
Pero si rehúsan hacerlo, tendrán conflictos con ellos mismos y con otros.
El
Señor disciplina a sus obreros para que puedan estar
preparados para ocupar los lugares señalados para ellos.
Desea amoldar su mente de acuerdo con su voluntad. Para
este propósito los hace pasar por pruebas y tribulaciones. Coloca a algunos en lugares donde una
disciplina relajada y el exceso de tolerancia no llegarán a ser una trampa
para ellos, donde se les enseñará a apreciar el valor del tiempo y a hacer el mejor uso de él. —Manuscript Releases, 422, 423. [71]
AUDIO.
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