Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al
cansado. Isaías 50:4.
En derredor
nuestro hay almas afligidas. En cualquier parte podemos encontrarlas.
Busquémoslas y
digámosles una palabra oportuna que las consuele.
Seamos
siempre canales por donde
fluyan las refrigerantes aguas de la compasión. En todas nuestras relaciones
hemos de tener presente que en la experiencia ajena hay capítulos sellados en
que no penetran las miradas de los mortales.
En las
páginas del recuerdo hay
historias tristes que son inviolables para los ojos ajenos. Hay consignadas
allí largas y rudas batallas libradas en circunstancias críticas, tal vez
dificultades de familia que día tras día debilitan el ánimo, la confianza y la
fe.
Los que
pelean la batalla de la vida contra
fuerzas superiores pueden recibir fortaleza y aliento merced a menudas
atenciones que sólo cuestan un esfuerzo de amor. Para ellos, el fuerte
apretón de mano de un amigo verdadero vale más que el oro y la plata.
Las
palabras de bondad son tan bien recibidas como las sonrisas
de
ángeles.
Hay muchedumbres que luchan con la pobreza, obligadas a trabajar arduamente por modestos salarios, que alcanzan apenas a satisfacer las necesidades primarias de la vida. Los afanes y las privaciones, sin esperanza de mejora, hacen muy pesadas sus cargas.
Cuando a esto se añaden los dolores y la enfermedad,
la carga resulta casi insoportable. Oprimidos y agobiados, no saben dónde buscar alivio.
Simpatícese
con ellos en sus pruebas, sus congojas y sus desengaños.
Esto abrirá camino para ayudarles. Hábleseles de las promesas de Dios, órese con
ellos y por ellos, infúndaseles esperanza...
Cooperen con
él [el Señor]. Mientras la desconfianza y la
desunión llenan el mundo, tócales a los discípulos de Cristo revelar el espíritu que
reina en los cielos.
Hablen como él hablaría, obren como él obraría.
Revelen continuamente la dulzura de su carácter.
Revelen aquellos tesoros de amor que son la base de todas sus
enseñanzas y de todo su trato con la humanidad.
En colaboración con Cristo, los obreros más humildes pueden pulsar cuerdas cuyas vibraciones se percibirán hasta en los confines de la tierra y harán oír sus melodías por los siglos de la eternidad.
El Ministerio de Curación, 115,116. [92]
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=9vYYmzVQdfk&list=PLVsLdOIe7sVu8i3spxZdlwjNyR-2pWNT5&index=25&pp=sAQB
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