Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no
tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad. 2 Timoteo 2:15.
*El verdadero ministro de Dios no rehúye los trabajos pesados ni las responsabilidades. De la fuente que nunca falla para los que sinceramente buscan el poder divino, saca fuerza que le capacita para afrontar las tentaciones, sobreponerse a ellas y cumplir los deberes que Dios le impone.
La naturaleza de la gracia que recibe aumenta su capacidad para conocer a Dios y a su Hijo. Su alma se desvive para realizar un servicio aceptable para su Maestro. A medida que avanza en el camino cristiano, se esfuerza “en la gracia que es en Cristo Jesús.” Esta gracia le habilita para ser un testigo fiel de las cosas que ha oído. No desprecia ni descuida el conocimiento que ha recibido de Dios, sino que lo entrega a hombres fieles, quienes a su vez lo enseñarán a otros.
En ésta
su última carta a Timoteo, Pablo levanta ante el joven
obrero un elevado ideal, puntualizando los
deberes que le corresponden
como ministro de Cristo. “Procura con
diligencia presentarte a
Dios aprobado—escribió el apóstol,—como obrero que no tiene de qué
avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad.” “Huye
también los deseos juveniles; y sigue la justicia, la fe, la
caridad, la paz, con los que invocan al Señor de puro corazón.
Empero las cuestiones necias y sin sabiduría desecha, sabiendo que engendran contiendas. Que el siervo del Señor no debe ser litigioso, sino manso para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen: si quizá Dios les dé que se arrepientan para conocer la verdad.” HAp 399
Llegó el llamamiento profético a Eliseo mientras que, con
los criados de su padre, estaba arando en el campo. Se había dedicado al trabajo que tenía
más a mano. Poseía capacidad para ser
dirigente entre los hombres y la mansedumbre de quien está dispuesto
a servir.
Dotado de un espíritu tranquilo y amable,
era sin embargo enérgico y firme. Manifestaba integridad y fidelidad, así como amor y temor de Dios; y en el humilde
cumplimiento del trabajo diario adquirió fuerza de propósito y nobleza
de carácter, mientras crecía constantemente en gracia y
conocimiento. Al cooperar con su padre
en los deberes del hogar, aprendía a cooperar con Dios. CV 220
*Por
su fidelidad en las cosas pequeñas, Eliseo se estaba preparando para cumplir otros cometidos mayores.
Día tras día, por medio
de la experiencia práctica, adquiría idoneidad para una
obra más amplia y elevada. Aprendía
a servir; y al
aprender esto, aprendía también a dar
instrucciones y a dirigir.
Esto
encierra una lección para todos. Nadie puede saber lo que Dios se propone lograr con sus
disciplinas; pero
todos pueden estar seguros de que la fidelidad en las cosas pequeñas es evidencia de idoneidad para llevar responsabilidades mayores...
El que considera que no tiene importancia la manera en
que cumple las tareas más pequeñas, demuestra que no está preparado para un puesto de
más honra. Puede considerarse muy competente para encargarse de los
deberes mayores; pero Dios mira más hondo que la superficie. Después de la prueba, queda escrita esta sentencia contra
él: “Pesado ha sido en balanza, y fue
hallado falto” ver Daniel 5:27.
Su
infidelidad reacciona sobre él mismo. No obtiene la gracia, el poder, la fuerza de carácter, que se reciben como
consecuencia de una entrega sin reservas. Por no estar relacionados
con alguna obra directamente
religiosa, muchos
consideran que su vida es inútil, que nada hacen para hacer progresar el reino de Dios. Si tan sólo
pudiesen hacer algo grande, ¡con
cuánto gusto lo emprenderían!
Pero porque sólo pueden servir
en cosas pequeñas, se consideran
justificados por no hacer nada. En esto
yerran...
Muchos
sienten el anhelo de poseer algún talento
especial con qué hacer una obra maravillosa, mientras pierden de vista los deberes
que tienen a mano, cuyo cumplimiento llenaría la vida de fragancia.
Ejecuten los
padres los deberes que se encuentran directamente en su camino. El éxito no depende tanto
del talento como de la energía
y de la buena voluntad.
No
es la posesión de talentos magníficos lo que nos habilita para prestar un servicio aceptable, sino el cumplimiento concienzudo de los deberes diarios, el espíritu contento, el interés sincero y sin afectación por el bienestar de los demás.
En la suerte
más humilde puede hallarse verdadera excelencia. Las tareas más comunes,
realizadas con una fidelidad
impregnada de amor, son hermosas a la
vista de Dios. La
Historia de Profetas y Reyes, 163,164. [204]
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