El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza,
sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino
que todos procedan al arrepentimiento. 2 Pedro 3:9.
(“En el momento de las pruebas, solo
mostramos lo que somos realmente”)
En tiempo de
tentación pareciera que perdemos de vista el hecho de que Dios nos prueba para demostrar la
calidad de nuestra fe, y para que a la
venida de Jesús podamos tributarle alabanza, honor y gloria.
El Señor nos coloca en diferentes situaciones para desarrollarnos. Si tenemos defectos de carácter que no conocemos, nos disciplina para que veamos esos defectos y podamos vencerlos.
Él ha dispuesto que nos encontremos en diferentes circunstancias para que hagamos frente a diversas tentaciones.
Cuántas veces, cuando nos encontramos en
una situación difícil, pensamos: “Esto es un error pasmoso. Cómo quisiera haber quedado donde estaba antes”. ¿Pero por qué no están satisfechos?
Se debe a que
esa circunstancia particular ha servido
para mostrarles nuevos defectos de su carácter; pero no se revela nada sino lo que
estaba en ustedes. ¿Qué harán cuando
sean probados por designio del Señor? Deben hacer frente a la emergencia y vencer sus defectos de carácter.
El contacto con
las dificultades les dará músculo y fibra
espirituales.
Se harán fuertes en
Cristo si soportan el
proceso probatorio. Pero si critican su
situación y a cada uno a su alrededor, sólo se debilitarán.
He visto a personas que siempre estaban criticando cada cosa y a todos a su
alrededor, pero la falta estaba en ellos mismos.
Tenían necesidad de caer sobre la Roca y ser quebrantados. Se
sentían completos en su propia justicia propia.
Las
adversidades que nos suceden, nos suceden para probarnos.
El enemigo de nuestra alma está trabajando
continuamente contra nosotros, pero se nos revelarán
nuestros defectos de carácter, y cuando nos sean evidentes, en vez de criticar a
otros, digamos: “Me levantaré e iré a mi
Padre”.
Cuando comenzamos a comprender que
somos pecadores, y caemos sobre la Roca para ser quebrantados, nos rodean los brazos eternos y somos colocados cerca del
corazón de Jesús. Entonces
seremos cautivados por su belleza y quedaremos disgustados con nuestra propia
justicia.
Necesitamos acercarnos a los pies de la cruz. Mientras más nos humillemos allí, más excelso nos parecerá el amor de Dios.
The Review and Herald, 6 de agosto de 1889. A Fin de
Conocerle, 284. [205]
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