Andad sabiamente con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra
palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis
responder a cada uno. Colosenses 4:5,6.
Es verdad que
se nos ha ordenado: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz
como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su
pecado”. Isaías 58:1.
Es necesario proclamar este
mensaje, pero mientras lo damos, debemos ser cuidadosos para no herir,
mortificar y condenar a quienes no tienen la luz que tenemos...
Los que han
tenido grandes privilegios y oportunidades, y que han fracasado en
mejorar sus facultades físicas, morales y espirituales, que han vivido para satisfacerse a sí mismos y
han rehusado cumplir su responsabilidad, se encuentran en gran peligro y en
mayor condenación delante de Dios que los que
están en el error en cuestiones doctrinales, pero que procuran vivir para hacer bien a otros. No censuren ni condenen a esas personas.
Si permitimos que las consideraciones egoístas,
los razonamientos falsos y las excusas erróneas nos conduzcan a un estado pervertido de
mente y corazón, de manera que no reconozcamos los caminos y la voluntad de Dios, seremos mucho más culpables
que el pecador que peca abiertamente. Necesitamos ser muy prudentes para no condenar a quienes, delante
de Dios, son menos culpables que nosotros mismos.
Que
todos recuerden que en ningún caso debemos invitar la persecución. No
debemos emplear palabras duras y cortantes. Exclúyanlas de cada artículo escrito, elimínenlas
de cada discurso que se presenta. Que la Palabra de Dios sea la que
corte y reprenda; que los seres finitos se oculten y moren en Jesucristo.
Permitamos que se manifieste el espíritu de Cristo. Tengan cuidado con sus palabras, no sea
que coloquen a los que no son de nuestra fe en una oposición acerba contra
nosotros, y
le den una oportunidad a Satanás para usar las palabras imprudentes con las cuales levantar barreras en
nuestro camino.
Habrá un tiempo de tribulación como no ha
existido desde que ha habido nación. Nuestra tarea es eliminar de todos nuestros discursos cualquier
cosa que tenga sabor a desquite y desafío, y que ataque a iglesias o a individuos, porque
esto no es el camino ni el método de Cristo.
El hecho de que el pueblo de Dios, que conoce la verdad, ha fracasado en cumplir con su deber de acuerdo con la luz presentada en la Palabra de Dios, hace necesario que seamos sumamente cautelosos, no sea que ofendamos a los que no son creyentes antes de que hayan oído las razones para nuestra fe con respecto al sábado y al domingo.
Testimonies
for the Church 9:243,244. [258]
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