El sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla
cayó junto al camino... Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a
ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. Mateo 13:3,4,8,9.
(Veintidós años después de sembrar
la semilla; Experiencias de la autora…)
Después de haber terminado la
reunión [un culto del congreso en Míchigan], una hermana me
tomó sinceramente de la mano, expresando gran regocijo por encontrarse de nuevo
con la Hna. White. Preguntó si yo
recordaba haber visitado una vez una casa de madera en los bosques, 22 años
atrás. Ella nos
sirvió un refrigerio, y yo le dejé un librito titulado (Experiencia y Vistas).
DECLARÓ que
había prestado ese librito a sus vecinos, a medida que nuevas familias se
establecían en su vecindario, hasta que el librito se gastó casi completamente;
expresó su
gran deseo de obtener otro ejemplar del mismo libro. Sus vecinos estaban profundamente interesados en él, y se sentían anhelosos de ver a la
autora. Dijo que cuando la
visité, le hablé
de Jesús y de las hermosuras del cielo, y que las palabras fueron habladas con
tal fervor, que quedó encantada y que nunca las había olvidado.
Desde
ese tiempo el Señor había enviado a pastores
para predicarles la verdad, y ahora había todo un grupo de observadores del
sábado.
La influencia de ese librito, ahora gastado por el uso, se había extendido de uno a otro, realizando su obra
silenciosa, hasta que el terreno estaba listo para la simiente de la
verdad.
Bien
recuerdo el largo viaje que realizamos hace
22 años, en Míchigan. Estábamos de viaje para realizar una reunión
en Vergennes. Nos encontrábamos a 20 km de nuestro destino.
Nuestro conductor había recorrido
repetidamente ese camino, y lo conocía bien, pero tuvo que reconocer que se había perdido. Viajamos 65 kilómetros ese día, por los bosques, sobre
troncos y árboles caídos, donde apenas había un rastro de camino...
No podíamos
entender por qué debíamos ser abandonados en este extraordinario
errar por el desierto. Nunca nos sentimos más satisfechos que cuando distinguí un pequeño claro en el cual había una cabaña, donde encontramos a la
hermana que mencioné.
Bondadosamente nos
dio la bienvenida a su hogar, y nos proporcionó un refrigerio, que fue recibido con agradecimiento. Mientras descansábamos, hablé
con la familia y les dejé un librito. Ella lo
aceptó alegremente y lo ha conservado hasta el día de hoy.
Durante 22 años las idas y venidas que caracterizaron ese viaje nos han parecido misteriosas, pero aquí encontramos a todo un grupo que ahora está compuesto por creyentes en la verdad, y que atribuyen su primer conocimiento a la influencia de ese librito.
(Signs of the Times, 19 de octubre, 1876). El
Evangelismo, 328, 329. [265]
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