Porque
entonces te deleitarás en el Omnipotente, y alzarás a Dios tu rostro.
Orarás a él, y él te oirá;
y tú pagarás tus votos.
Job 22:26,27.
En la oración por sus discípulos, Cristo dijo: “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”. Juan 17:19. En su oración Cristo incluye a todos los que escucharían las palabras de vida y salvación por medio de los mensajeros a los que envía...
¿Podemos comprender por la fe el hecho de que somos amados por el Padre así como su Hijo es amado?
Si pudiéramos asirnos de esto y
obrar de acuerdo con esto, tendríamos
la gracia de Cristo, el aceite dorado del cielo derramado en nuestra pobre alma, sedienta y agostada.
Nuestra
luz ya no sería por más tiempo vacilante
y parpadeante, sino que brillaría en medio de las tinieblas morales que como una mortaja funeral están
envolviendo al mundo.
Por
la fe deberíamos escuchar la intercesión prevaleciente que Cristo presenta
continuamente en favor
de nosotros, mientras dice: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que
donde yo estoy, también ellos estén conmigo,
para que vean mi gloria
que me has dado; porque
me has amado desde antes de la fundación del mundo”. Juan 17:24...
Nuestro Redentor
nos alienta a que presentemos súplicas continuamente. Nos hace las promesas más resueltas, para que no supliquemos en vano. Dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis;
llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que
pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama,
se le abrirá”. Lucas
11:9.
Después presenta el cuadro de un niño que
le pide pan a su padre, y muestra cuánto
más está dispuesto el Señor a concedernos nuestras peticiones de lo que los padres están
a conceder la petición de sus hijos...
Nuestro
precioso Salvador es nuestro hoy. En él se centran nuestras esperanzas de vida eterna.
Él es el único que presenta nuestras
peticiones ante el Padre y nos comunica la bendición que habíamos pedido. The
Signs of the Times, 18 de
Junio, de 1896. 15
AUDIO.
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