El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará también con él todas las cosas?
Romanos 8:32.
¿Quién puede medir el amor que sintió Cristo por el mundo perdido
mientras pendía de la cruz
sufriendo por los pecados de la raza culpable? Este amor fue inconmensurable, infinito.
Cristo demostró que su amor era más fuerte que la muerte.
Estaba cumpliendo la salvación de la humanidad; y aunque
sostenía el más espantoso conflicto con las
potestades de las tinieblas, en medio de todo ello su amor se intensificaba...
Pagó
el precio para comprar la redención de la humanidad cuando, en la última lucha de su alma, expresó
las palabras bienaventuradas que parecieron repercutir por toda la creación: “Consumado es”...
No podemos medir la longitud, anchura,
altura y profundidad de un amor tan asombroso. La contemplación de las
profundidades inconmensurables del amor del
Salvador debieran llenar la mente, conmover y enternecer el alma, refinar y elevar
los afectos, y transformar completamente todo el carácter...
Algunos tienen opiniones limitadas
acerca de la expiación. Piensan que Cristo sufrió tan sólo una pequeña parte de la
penalidad de la ley de Dios; suponen que, aunque el amado Hijo de Dios soportó la ira de Dios, fue porque él primero advertía a través de sus dolorosos sufrimientos el amor y la aceptación del Padre; que los portales
de la tumba se iluminaron delante de él con radiante
esperanza, y que tenía evidencias constantes de su gloria futura.
Este es un gran error.
La más punzante angustia de Cristo provenía de
que él comprendía el desagrado de su Padre.
La agonía que esto le causaba era tan intensa, que el ser humano puede apreciarla tan sólo débilmente...
Este es un amor que
ningún lenguaje humano puede expresar, pues supera todo conocimiento. Grande es el misterio de la piedad.
Nuestra alma debe ser vivificada, elevada y arrobada
por el tema del amor del Padre y del Hijo hacia el
ser humano.
Los discípulos de
Cristo deben aprender aquí a reflejar en cierto grado este misterioso amor; así se prepararán para unirse con todos los redimidos que
atribuirán “al que está sentado en el trono, y al Cordero... Sea la
alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos”. Apocalipsis 5:13. Joyas
de los Testimonios 1:229, 230, 232. 19
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=-apLvghDtL8&list=PLVsLdOIe7sVtovwVd5uGiwjr745Ja5t-n&index=13&pp=sAQB
No hay comentarios:
Publicar un comentario