Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre. Lucas 21:36.
Oren a menudo a su
Padre celestial. Cuanto más a menudo se dediquen a la oración, tanto más cerca será llevada su alma dentro de la
sagrada proximidad de Dios.
El
Espíritu Santo intercederá en favor del que ora con sinceridad con gemidos
que no pueden ser expresados con palabras, y el corazón
será ablandado y subyugado por el amor de Dios.
Las nubes y sombras
que Satanás echa sobre el alma serán disipadas por los brillantes rayos del Sol de justicia,
y las cámaras de la mente y del corazón
serán alumbradas por la luz del Cielo.
No se desanimen
si parece que sus oraciones
no obtienen una respuesta inmediata. El Señor ve que la oración está mezclada a menudo con mundanalidad.
Los seres humanos oran por aquello que satisfará sus deseos egoístas, y el Señor no cumple sus pedidos en la manera que ellos esperan.
Los pone a prueba, los lleva a través de humillaciones hasta que vean más claramente cuáles son sus necesidades.
No da a los seres humanos aquellas
cosas que complacerán un apetito pervertido y que resultaría
en perjuicio del agente humano,
llevándolo a deshonrar
a Dios. No da a las personas
aquello que complacerá su ambición y obrará simplemente para su autoexaltación.
Cuando acudimos a Dios debemos estar dispuestos a someternos y a ser contritos de corazón, subordinándolo todo a su santa voluntad.
En el Getsemaní, Cristo oró a su Padre diciendo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa”. Mateo 26:39.
La copa que pidió que fuese pasada de él, que parecía tan amarga a su alma, era la copa de la separación de Dios a consecuencia del pecado del mundo. Él, que era perfectamente inocente e inmaculado llegó a ser como un culpable delante de Dios, para que el culpable pudiera ser perdonado y permanecer como inocente delante de Dios.
Cuando se le aseguró
que el mundo no podría ser salvado de ninguna otra manera que no fuera por su sacrificio, dijo: “Pero
no sea como yo quiero, sino como tú”.
El espíritu
de sumisión que manifestó Cristo
al ofrecer su oración ante
Dios, es el espíritu que es aceptable a Dios.
Que el alma sienta
su necesidad, su impotencia, su insignificancia, que
todas sus energías estén inspiradas en un ferviente deseo de ayuda, y la ayuda vendrá. The
Review and Herald, 19/11/1895. Ver En Lugares
Celestiales, 91. 17
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=nFFeQO2xQLc&list=PLVsLdOIe7sVtovwVd5uGiwjr745Ja5t-n&index=11&pp=sAQB
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