Si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará... vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres
sus ofensas... tampoco
vuestro Padre os perdonará vuestras
ofensas. Mateo 6:14,15.
Nuestro Salvador les enseñó a los discípulos a orar así:
“Perdónanos nuestras deudas, así
como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Mateo 6:12.
Se
pide aquí una gran bendición basada en ciertas condiciones. Nosotros
mismos declaramos las condiciones.
Pedimos que la misericordia de Dios hacia nosotros sea medida por la misericordia que le manifestamos a los
demás.
Cristo
declara que
ésta es la regla por la cual el Señor tratará con nosotros. Se cita Mateo 6:14,15. ¡Qué condiciones maravillosas!, pero cuán poco se las entiende o se les hace caso.
Uno de
los pecados más comunes, y al que le acompañan los resultados más perniciosos, es el abrigar
un espíritu no perdonador.
Cuántos hay que albergan
la animosidad o la venganza y después se inclinan ante Dios y le piden ser
perdonados como ellos perdonan. Seguramente no comprenden verdaderamente el significado de esta oración, o de lo contrario
no se atreverían a pronunciarla.
Dependemos cada día y cada hora de la misericordia
perdonadora de Dios, y si es así, ¡cómo podemos
abrigar amargura y malicia hacia nuestros prójimos pecadores!
Si los cristianos practicaran los principios de esta oración en todas sus relaciones diarias, ¡qué cambio
bendito se produciría en la iglesia
y en el mundo! Sería
el testimonio más convincente que se podría
dar de la realidad de la religión
de la Biblia...
El
apóstol nos amonesta:
“El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los
otros”. Romanos 12:9,10.
Pablo quiere que distingamos entre el amor puro y altruista
que es impulsado por el Espíritu de Cristo, y el fingimiento sin sentido y engañoso que abunda en el mundo.
Esta vil falsificación ha extraviado a muchas almas. Haría desaparecer la distinción entre
lo bueno y lo malo estando de acuerdo con los transgresores en vez de mostrarles lealmente sus errores. Una conducta así nunca brota
de una amistad verdadera. El espíritu que lo impulsa
mora sólo en el corazón
carnal.
Aunque el cristiano será siempre bondadoso, compasivo y perdonador, no puede
sentir armonía con el pecado. Aborrecerá el mal y se aferrará a lo que
es bueno, aunque tenga que perder la asociación o amistad con los no religiosos.
El Espíritu
de Cristo nos llevará
a odiar el pecado, mientras
al mismo tiempo estaremos dispuestos a hacer cualquier
sacrificio para salvar al pecador. Testimonies for the Church 5:170, 171.
[12]
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=D3qWhJFsp0A&list=PLVsLdOIe7sVtovwVd5uGiwjr745Ja5t-n&index=6&pp=sAQB
No hay comentarios:
Publicar un comentario