Como el ciervo brama por
las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene
sed de Dios, del Dios vivo. Salmo
41:1,2.
Los que en Pentecostés
fueron dotados con el poder de lo alto, no quedaron desde entonces libres de tentación y prueba.
Como testigos de la verdad y la justicia, eran repetidas veces asaltados por el enemigo
de toda verdad, que trataba
de despojarlos de su experiencia cristiana.
Estaban obligados a luchar con todas las facultades dadas por Dios para alcanzar
la medida de la estatura
de hombres y mujeres en Cristo Jesús.
Oraban diariamente en procura de nuevas provisiones de gracia para poder elevarse
más y más hacia la perfección.
Bajo la
obra del Espíritu Santo, aún los más débiles, ejerciendo fe en Dios, aprendían a desarrollar las facultades que les habían sido
confiadas y llegaron a ser
santificados, refinados y ennoblecidos.
Mientras
se sometían con humildad a la influencia modeladora del Espíritu
Santo, recibían de la plenitud
de la Deidad y eran amoldados a la semejanza divina.
El transcurso del tiempo no ha cambiado en nada la promesa de despedida de Cristo de enviar el Espíritu Santo como su representante. No es por causa de alguna restricción por parte de Dios por lo que las riquezas de su gracia no fluyen hacia los seres humanos sobre la tierra.
Si la promesa no se cumple como debiera, se debe a que no es apreciada
debidamente. Si todos lo quisieran, todos serían llenados del Espíritu.
Dondequiera la necesidad del
Espíritu Santo sea un asunto en el cual se piense poco, se ve sequía espiritual, oscuridad espiritual, decadencia y muerte espirituales.
Cuandoquiera
los asuntos menores ocupen la atención,
el poder divino que se necesita para
el crecimiento y la prosperidad de la iglesia, y que traería todas las demás bendiciones en su estela, falta, aunque se ofrece en infinita
plenitud...
Deberían reunirse grupos de obreros cristianos para solicitar ayuda
especial y sabiduría celestial para
hacer planes y ejecutarlos sabiamente.
Debieran orar especialmente
porque Dios bautice con una rica medida de su Espíritu a sus embajadores
escogidos en los campos misioneros.
La
presencia del Espíritu en los obreros de Dios dará a la proclamación de la verdad
un poder que todo el honor y la gloria del mundo no podrían conferirle. Los Hechos
de los Apóstoles, 40-42. (21)
AUDIO. https://www.youtube.com/watch?v=6hsQce-8zD4&list=PLVsLdOIe7sVtovwVd5uGiwjr745Ja5t-n&index=15&pp=sAQB
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