Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro
viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. Salmos 121:1,2.
Una vez tuve
el placer de contemplar una de las más hermosas puestas de sol en Colorado.
El gran Artista
maestro había puesto en el lienzo cambiante de los cielos uno de sus cuadros más hermosos para beneficio de todos, tanto del rico como
del pobre. Casi parecía que las puertas del cielo se habían entreabierto para que pudiéramos ver la belleza que había adentro.
“¡Oh!”, pensé, mientras uno tras otro pasaron sin observar la escena, “si hubiera sido pintado por manos
humanas, ¡cuántos habrían estado
dispuestos a caer al suelo y adorarlo!”
Dios es
amante de lo bello, y sobre todo ama la
belleza del carácter, y quiere que cultivemos la pureza y la sencillez, las gracias características de las flores. Debemos buscar el adorno de un espíritu manso y tranquilo, que a la vista de Dios es de gran
precio.
Padres, ¿qué clase de educación les están dando a sus hijos?
¿Les están enseñando a apreciar lo que es puro y precioso, o están tratando de que alcancen las normas del mundo y sean aprobados por los impíos? ¿Están usando tiempo y medios para que puedan aprender el decoro exterior de la vida, y que obtengan lo superficial, los adornos
engañosos del mundo?
Desde su niñez más temprana, abran
ante ellos el gran libro de la naturaleza. Enséñenles el ministerio de las
flores.
Muéstrenles que si Jesús no hubiera venido a la tierra y hubiera muerto, no tendríamos ninguna
de las cosas hermosas de las que disfrutamos.
Llamen
su atención al hecho de que el color y aun el arreglo de cada capullo y flor delicados es una expresión del amor de Dios hacia los seres humanos, y que debe despertarse en su corazón afecto y gratitud a su Padre celestial por todos esos dones.
Jesús, el mayor Maestro que el mundo haya conocido, sacaba las ilustraciones más valiosas de la verdad de escenas de
la naturaleza. Padres, imiten
su ejemplo, y empleen las cosas que deleitan
los sentidos para impresionar verdades
importantes en la mente de sus hijos.
Llévenlos afuera en la mañana, y dejen que
escuchen los
pájaros que cantan alegremente sus cantos de
alabanza.
Enséñenles que nosotros también deberíamos dar gracias al generoso Dador de todas las bendiciones que recibimos diariamente. Enséñenles que no es el vestido el que hace al caballero o a la dama, sino que lo que lo hace a uno caballero o dama es la verdadera bondad de corazón.
The Review and Herald, 27 de octubre de 1885. [229]
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