Alábenle los cielos y la tierra, los mares y todo lo que se mueve en
ellos. Salmo 69:34.
La misma energía creadora que sacó el mundo a la existencia, sigue
manifestándose en el sostenimiento
del universo y en la continuación de las operaciones
de la naturaleza.
La mano de
Dios guía los planetas en su marcha ordenada a través de
los cielos.
No se debe a
un poder inherente que la tierra continúe su movimiento en derredor del sol, año
tras año, y produzca sus
bendiciones. La palabra de Dios controla
los elementos.
Él cubre los cielos de nubes y prepara la lluvia sobre la tierra. Hace fructíferos los valles, y hace “a los montes producir hierba”. Salmo 147:7,8.
Por su poder crece la vegetación, aparecen las hojas y se abren las flores. Todo el mundo natural está destinado a ser intérprete de las cosas de Dios.
Para Adán y Eva en su hogar del
Edén, la naturaleza estaba llena del conocimiento de Dios, rebosante de
instrucción divina.
Para sus
oídos atentos, hacía repercutir la voz de la sabiduría. La sabiduría hablaba al ojo, y era recibida en el corazón, porque ellos comulgaban con Dios en sus obras creadas.
Tan pronto
como la santa pareja transgredió la ley del Altísimo, el esplendor del rostro de Dios se apartó de la faz de la naturaleza.
Ésta ahora
está arruinada y mancillada por el pecado, pero las lecciones objetivas de Dios no se han cerrado; aun ahora, cuando se la estudia
e interpreta correctamente, habla
de su Creador. (Consejos
para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 177,178)
Así
como se revela la verdad divina en la Sagrada Escritura, así también se refleja,
como en un espejo, en la faz de la naturaleza; y a través de su
creación llegamos a familiarizarnos
con el Creador.
Por
eso el libro de la naturaleza es un gran libro de texto, que los maestros
que son sabios pueden usar conjuntamente
con las Escrituras para
guiar a las ovejas perdidas de vuelta al aprisco del Señor. Mientras se estudian las obras de Dios, el
Espíritu Santo imparte convicción a la mente.
No se trata
de la convicción que
producen los razonamientos lógicos; y a menos
que la mente haya
llegado a estar demasiado oscurecida para conocer a Dios, la vista demasiado anublada para
verlo, el oído
demasiado embotado para oír su voz, se percibe
un significado más profundo, y las
sublimes verdades espirituales de la
Palabra escrita quedan
impresas en el corazón.
El
modo más eficaz de enseñar a los paganos que no conocen a Dios es a través de
las obras de Dios.
De
esa forma, es mucho más fácil que por algún otro método, pueden
ser llevados a darse cuenta de la diferencia entres sus ídolos, obras
de sus propias manos, y el Dios verdadero, el Hacedor de los
cielos y la tierra. —Special Testimonies on Education, 58,59. [243]
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