Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras
inmundicias; y de todos
vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el
corazón de piedra, y os daré un
corazón de carne. (Ezequiel 36:25,26).
Muchos
que hablan a otros de la necesidad de un nuevo corazón, no saben
ellos mismos lo que significan estas palabras.
En esta
frase, “un nuevo corazón”, tropiezan especialmente los
jóvenes. No saben lo que significa. Esperan que se
efectúe un cambio especial en sus
sentimientos. A esto llaman
conversión. Miles han tropezado, para su ruina, en este error, no comprendiendo la
expresión: “…Os es necesario nacer de nuevo”. (Juan 3:7).
Satanás
induce a las personas a pensar que,
porque han experimentado un arrobamiento de
los sentimientos, están
convertidas. Pero su vida no cambia. Sus actos siguen
siendo los mismos que antes. Su vida no
demuestra buen fruto. Oran frecuente y
largamente, y se refieren constantemente a los sentimientos que experimentaron en tal o cual ocasión.
Pero no viven la
nueva vida. Están engañadas. Su
experiencia no va más allá de los sentimientos. Edifican sobre
la arena, y cuando soplan
vientos adversos, su casa se
derrumba.
Muchas pobres
almas andan a tientas en las tinieblas, en busca de los
sentimientos que otros dicen haber experimentado.
Pasan por
alto el hecho de que el creyente en Cristo debe obrar su propia salvación con
temor y temblor. El pecador convicto tiene
algo que hacer. Debe arrepentirse y
manifestar verdadera fe.
Cuando
Cristo habla del nuevo corazón, se refiere a la mente, a la vida, al ser
entero.
Experimentar un cambio de corazón es apartar los afectos del mundo
y fijarlos en Cristo. Tener
un nuevo corazón es tener una mente nueva, nuevos propósitos, nuevos motivos. ¿Cuál es la señal
de un corazón nuevo? Una vida transformada. Se produce día tras
día, hora tras hora, una muerte al orgullo y al egoísmo.
Algunos incurren en un
gran error al suponer que
una elevada profesión sustituye al
verdadero servicio. Pero una religión que no es práctica, no es
genuina.
La
verdadera conversión nos hace estrictamente honrados en
nuestro trato con nuestros semejantes. Nos hace
fieles en nuestro trabajo diario.
Todo sincero seguidor de Cristo mostrará que la religión de la Biblia lo habilita para usar sus talentos en el servicio del Maestro... Son los principios nobles de acuerdo con los cuales se hace el trabajo, los que lo tornan totalmente acepto a la vista del Señor. El verdadero servicio liga al más humilde de los siervos del Señor en la tierra, con el más encumbrado de sus siervos en las cortes celestiales.
Mensajes
para los Jóvenes, 69,70. [346]
No hay comentarios:
Publicar un comentario