Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será
exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él. (Isaías 30:18).
El evangelio es
para todos, y unirá a la
iglesia a hombres y a
mujeres que son diferentes en preparación, en carácter y
en disposición.
Entre ellos habrá
algunos que son
naturalmente negligentes, que creen que la autoridad es orgullo y que no es tan necesario ser
exigentes. Dios no descenderá hasta sus bajas normas.
Les ha dado un
tiempo de prueba y las direcciones
necesarias en su Palabra, y requiere que
sean transformados, que perfeccionen
caracteres santos.
Cada uno que se
convierta del pecado a la
justicia, del error a la
verdad, ejemplificará en
palabras y actos el poder santificador de la verdad.
El pueblo
de Dios tiene una vocación elevada y santa. Es el representante de Cristo. Pablo se
dirige a la iglesia de Corinto como a
los que son “santificados en Cristo Jesús, llamados a
ser santos”. 1Corintios 1:2...
Dice
Pedro: “Mas vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido por Dios, para que
anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable”. 1 Pedro 2:9.
Estos pasajes están
calculados para impresionar la mente con el carácter sagrado y exaltado de la
obra de Dios, y con la elevada y
santa posición que debe ocupar su pueblo. ¿Podrían decirse estas cosas de los
que no buscan ser refinados por medio de la verdad?
El templo
judío fue construído con piedras labradas sacadas de las montañas. Cada una había sido preparada para
que encajara en su lugar en el templo; cortada, lustrada y
probada antes de traerla a Jerusalén. Y cuando
llegaba al terreno, el edificio crecía armoniosamente sin el sonido del
hacha o el martillo.
Este edificio
representa el templo espiritual de Dios, que se compone de
material recogido entre todas las naciones, lenguas y
pueblos, y de todo nivel: alto y bajo, rico y pobre, culto e
indocto.
No hay
elementos inútiles que modelar con martillo y cincel. Son piedras vivas, extraídas
de la cantera del mundo por la verdad; y el gran
Arquitecto, el Señor del templo, está ahora labrándolas y
preparándolas para que ocupen sus respectivos lugares en el
templo espiritual.
Cuando esté terminado, será perfecto en todas sus partes, el objeto de admiración de los ángeles, los hombres y las mujeres, puesto que su constructor y hacedor es Dios. Verdaderamente, los que han de componer su glorioso edificio son “llamados a ser santos”.
The Review and Herald, 6 de mayo de 1884. Ver Alza tus
Ojos, 279. [356]
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