Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios. (Ezequiel 11:19,20).
El Señor ha
revelado claramente su voluntad con relación a la
salvación del pecador. Y la actitud que
asumen muchos al expresar
dudas e incredulidad en cuanto a
si el Señor los salvará, es un
reproche acerca del carácter
de Dios.
Los que se quejan de su
severidad, prácticamente están
diciendo: “…No es
recto el camino del Señor”.
Pero Dios
devuelve inmediatamente la acusación sobre el pecador: “¿…No son vuestros
caminos torcidos?” Ezequiel 18:25. ¿Puedo
perdonar sus iniquidades cuando no se arrepienten ni se convierten de sus pecados?...
El Señor
recibirá al pecador cuando se
arrepienta y abandone sus
pecados, de manera que Dios pueda obrar con sus esfuerzos
para la perfección del carácter... El único propósito que tuvo Dios al
entregar a su Hijo por los pecados
del mundo fue que
el ser humano pueda ser salvado, no en la transgresión y
la iniquidad, sino en
el abandono del pecado, lavando las vestiduras de su carácter y
emblanqueciéndolas en la sangre del Cordero. Se propone quitar de los
pecadores lo ofensivo que él aborrece, pero
ellos deben cooperar con Dios en esta obra. El pecado debe
ser abandonado, odiado, y debe
aceptarse la justicia de
Cristo por medio de la fe. De esa manera lo divino cooperará con lo humano.
Debemos
tener cuidado de no dar lugar a la duda y la incredulidad, y en nuestra
actitud de desesperación quejarnos de Dios y desfigurarlo
ante el mundo. Si hacemos esto, nos colocamos
del lado de Satanás. “Pobres
almas”, dice él, “las
compadezco, afligiéndose por el pecado; pero Dios no tiene compasión. Anhelan algún rayo de esperanza, pero
Dios les deja
perecer, y halla satisfacción en su desdicha”.
Este es un
terrible engaño. No presten oído al tentador, sino digan: “Jesús murió para darme
vida. Me ama y no desea que perezca.
Tengo un Padre celestial compasivo,
y aunque abusé de su amor, aunque he
despilfarrado las bendiciones que
bondadosamente me ha dado, me levantaré, e iré
a mi Padre y le diré: ‘He pecado... ya no soy digno de ser llamado
tu hijo; hazme como a
uno de tus jornaleros’ Lucas 15:18, 19”.
La parábola nos dice cómo será
recibido el extraviado... Así representa la Biblia la buena
voluntad de Dios para recibir al
pecador que vuelve arrepentido. Testimonies for the Church 5:631,632. [364]
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