Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. (Marcos 8:34).
La
Palabra De Dios Presenta La Descripción De Un Verdadero
Cristiano, Que Corresponde Con La Obra Del
Espíritu Santo En El Corazón Y La
Vida.
Los Hijos
De Dios Saben Inmediatamente que tienen en su corazón la
evidencia de que han
nacido de Dios... Seguir al
Cordero dondequiera que vaya significa profundidad y anchura de la
experiencia. Siempre Se Encontrarán La
Abnegación Y El Renunciamiento En El Sendero
Que Pasa Por La Puerta Estrecha Hacia Las
Extensas Praderas De Los Campos De Pastoreo Del Señor.
Para Los Que Creen, Cristo
Es Precioso. El trabajo de su
Espíritu en la mente y corazón de los
creyentes está en perfecta
correspondencia con lo que está escrito en la Palabra.
El Espíritu y
la Palabra concuerdan perfectamente. De esa manera el Espíritu da
testimonio a nuestro espíritu de que hemos
nacido de Dios.
Los
que No Encuentran En Su Corazón Parecido Alguno con la gran norma
moral de justicia, la Palabra de Dios, no tienen Cristo que confesar. Su Lenguaje, Sus Pensamientos, No
Están En Armonía Con El Espíritu de Cristo.
Su profesión
de fe es una falsificación. ¿Alguna vez
encontró crema elevándose por sobre el agua?
El alma debe tener las influencias vivificadoras del pan de vida de Cristo para revelar en la conversación que Cristo se ha formado adentro, la esperanza de gloria. Uno nunca recoge uvas de los cardos. Las palabras de los cristianos deben estar en conformidad con su gozar de Cristo.
Los
que siempre están expresando dudas y exigiendo
evidencias adicionales para disipar su nube
de incredulidad, no
edifican sobre la Palabra.
Su
fe descansa en circunstancias casuales; está fundada en los sentimientos. Pero
los sentimientos, aunque sean siempre placenteros, no son la fe. La
Palabra de Dios es el fundamento sobre
el cual deben construirse nuestras esperanzas
del cielo.
Es una gran
calamidad ser un incrédulo crónico, manteniendo la vista y los
pensamientos sobre el yo. Mientras se
contempla a sí mismo, mientras este
sea el tema de sus pensamientos y su conversación, no puede esperar ser
conformado a la imagen de Cristo. El yo no es
su salvador.
Usted no
tiene cualidades redentoras en sí mismo. “Yo” es una
barca que hace mucha agua para que su fe se embarque en él. En el momento en que
pone su confianza en una barca así, se irá a pique. ¡El bote salvavidas, al
bote salvavidas! Esta es su
única seguridad, Jesús es el
Capitán del bote salvavidas, y él nunca
perdió un pasajero. Manuscript
Releases, 23,24. [344]
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