…Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. (Ezequiel 18:30).
El Doctor Nicodemo había leído esas
preciosas profecías con una mente
anublada, pero ahora
empezaba a comprender su verdadero significado, y a
entender que, aun un
hombre justo y honorable como era él, debía
experimentar un nuevo nacimiento Por Medio de Jesucristo como
la única condición sobre la cual
pudiera ser salvado y tener asegurada una entrada en el reino de Dios.
Jesús
habló en forma absoluta, indicando
que a menos que una persona
nazca de nuevo, no puede percibir el
reino que Cristo vino a
establecer en la tierra.
Una precisión rígida
en obedecer la ley no le da derecho a nadie a entrar en el
reino de los cielos.
Debe Haber Un
Nuevo Nacimiento, una nueva mente mediante la
operación del Espíritu de
Dios que purifica la vida y ennoblece el
carácter. Esta conexión con
Dios habilita a los
mortales para el glorioso reino de los
cielos.
Ningún
invento humano puede encontrar
nunca un remedio para el
alma pecadora. Sólo por medio del
arrepentimiento y la humillación,
de una sumisión a los requerimientos divinos, puede llevarse a cabo la obra de la
gracia.
La Iniquidad Es Tan Ofensiva A La
Vista De Dios, a quien el pecador ha insultado y
agraviado por tanto tiempo, Que un arrepentimiento proporcional al
carácter de los pecados cometidos a menudo produce una
agonía de espíritu que es difícil de soportar.
Nada menos que una aceptación práctica y una
aplicación de la verdad divina abre el reino
de Dios a los seres humanos.
Allí sólo puede entrar un corazón puro y
humilde, obediente
y amante, firme en la fe y en el
servicio del Altísimo.
Jesús también declaró que, “como Moisés
levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea
levantado, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:14,15...
La serpiente
en el desierto fue levantada sobre
un palo ante el pueblo, para que todos los que
habían sido mordidos fatalmente por las serpientes ardientes pudieran mirar a esa
serpiente de bronce, símbolo de Cristo, y ser sanados instantáneamente.
Pero debían
mirar con fe, o no les serviría
de nada. De la misma manera
la gente hoy debe mirar al Hijo del Hombre como su Salvador para
tener la vida eterna. El pecado ha
separado a la raza humana de Dios.
Cristo
trajo su divinidad a la tierra, velada por su humanidad, para rescatar a la
raza de su condición perdida.
La naturaleza humana es vil, y el carácter debe ser cambiado antes de que pueda armonizar con lo puro y santo en el reino inmortal de Dios. Esta transformación es el nuevo nacimiento.
The Signs of the Times, 15 de noviembre de 1883. [361]
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