Y Yo Os Digo: Pedid, y se os dará; Buscad, y
hallaréis; Llamad, y se os
abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (Lucas 11:9,10).
Hemos de
entregar nuestro corazón a Dios para que pueda renovarnos y
santificarnos, y prepararnos para los atrios celestiales.
No hemos de
esperar que llegue algún
tiempo especial, sino que hoy hemos
de entregarnos a él, rehusando ser
siervos del pecado. ¿Se imaginan que pueden desprenderse
del pecado poco a poco? ¡Oh, despréndanse de esa cosa maldita
inmediatamente!
Aborrezcan
las cosas que aborrece Cristo, amen las cosas que ama Cristo. Por su muerte y
sufrimiento, ¿Acaso no ha
provisto lo necesario para
su limpieza del pecado?
Cuando
comenzamos a comprender que somos
pecadores, y caemos sobre
la Roca para ser quebrantados, nos rodean los
brazos eternos y somos
colocados cerca del corazón
de Jesús.
Entonces
seremos cautivados por su belleza y
quedaremos disgustados con nuestra propia
justicia.
Necesitamos acercarnos a los pies de la cruz. Mientras más nos humillemos allí, más
excelso nos parecerá el amor de Dios.
La gracia y
la justicia de Cristo no serán de utilidad para el que se siente sano, para el que piensa que es
razonablemente bueno, que está
contento con su propia condición.
No
hay lugar para Cristo en el corazón de aquel que no comprende su
necesidad de luz y ayuda divinas.
Jesús dice:
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de
ellos es el reino de los cielos”. Mateo 5:3.
Hay plenitud de
gracia de Dios, y podemos tener
el espíritu y el poder divinos en
gran medida. No se alimenten con
las cáscaras de la justicia propia, sino vayan
al Señor. Él tiene el
mejor manto para ponerles, y sus brazos están
abiertos para recibirlos...
Ustedes son probados por Dios mediante la Palabra de Dios. No han de esperar emociones maravillosas antes de creer que Dios les ha oído.
Los
sentimientos no han de ser la norma de ustedes, pues las emociones son tan mutables como las
nubes. Deben
tener algo sólido como fundamento de su fe.
La Palabra del
Señor es una Palabra de infinito poder, en ella pueden confiar; y él ha dicho: “Pidan y recibirán”. Miren al Calvario. ¿No ha dicho Cristo que es el Abogado de ustedes?
¿No ha dicho
que si piden cualquier cosa en su nombre, la recibirán?... Han de venir a Dios como
un pecador arrepentido, mediante el
nombre de Jesús, el divino Abogado, a un Padre
misericordioso y perdonador, creyendo que
cumplirá lo que ha prometido. Todos los que
deseen la bendición de Dios, llamen al trono de
la misericordia y esperen con firme seguridad. Mensajes Selectos 1:384-386. [347]
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